El movimiento 15-M cumplirá próximamente un año
y las plazas de muchas ciudades españolas, con epicentro en la Puerta del Sol,
se llenarán de personas indignadas para manifestarse contra un sistema
económico y político que consideran injusto. En Madrid el acto principal
constará de cuatro marchas desde distintos puntos de la capital que confluirán
en uno solo: la Puerta del Sol. Después,
según han anunciado los portavoces del movimiento, volverán a realizarse
“asambleas permanentes” en las principales plazas españolas. Por su parte
muchos de los delegados de gobierno de esas ciudades se han apresurado en
afirmar que no se violará el derecho ciudadano de reunión y se permitirá la
realización de esas asambleas siempre y cuando no se realicen de forma
ininterrumpida y terminen convirtiéndose en acampadas masivas. La reciente
sentencia del TSJM al respecto es clara: “cualquier concentración que se
realice el próximo fin de semana (12,13 y 14 de mayo) deberá ser entre las
12:00 y las 22:00 horas”. El sindicato policial, por su parte, estima que
contará con unos 1.500 antidisturbios para la tarde del sábado. La Acampada de
Sol ha respondido que “no respetará las limitaciones por entender que el
derecho de reunión no puede limitarse”.
Pese al carácter pacifista del
movimiento, están en el recuerdo colectivo la cantidad de altercados del pasado
año entre manifestantes y policía. Ambos colectivos saben que los actos
violentos les perjudican y desvirtúan su actividad. En su mano está que todo
transcurra con total normalidad y sin violencia.
La fuerza con la que arrancó y se
mantuvo el movimiento desde sus inicios se fue poco a poco desintegrando hasta
dar la impresión de haber desaparecido; lo que parecía un movimiento sólido y
asentado se fue diluyendo paulatinamente sin una concreción de propuestas y
objetivos claros hasta perder todo su vigor inicial y dar la impresión de que
se rendían, que cesaban su actividad.
Si quiere seguir adelante, el
15-M debe evolucionar y dar un paso más si de verdad quiere cambiar las cosas.
Como ha dicho recientemente uno de sus integrantes “hay que pasar de las
protestas a las propuestas”. En primer lugar existe una clara falta de
concreción en sus ideas y proposiciones por lo que se antoja necesario, como
punto de partida, precisar esas ideas y esos objetivos que se quieren
conseguir. Además deben tener presentes que los actos violentos no hacen más
que desvirtuar y desprestigiar el movimiento y carga de razón a los políticos
para desmantelar las posibles manifestaciones futuras. En este sentido el
movimiento debe continuar siendo, como hasta ahora, esencialmente pacífico. Además,
por muy horizontal que sea su organización, es preciso que existan uno o varios
líderes que actúen como portavoces y cabezas visibles del movimiento. Es
posible que se necesiten escisiones del movimiento puesto que engloba a no
pocas organizaciones con ideas y objetivos muy distintos, a saber: estudiantes,
parados, desahuciados, intelectuales, economistas, militantes de partidos políticos,
personas mayores, etc. Por último han de ser conscientes de las limitaciones
que tiene todo movimiento ciudadano, de no pecar de utópicos ni de querer
abarcar demasiados temas. En definitiva han de tener presente qué se puede
conseguir (los avances conseguidos en la interrupción de muchos desahucios de
viviendas, la Ley de Transparencia, la negociación de la dación en pago o el
aumento de la concienciación y el debate político entre la ciudadanía), y qué no y de que los cambios importantes (el sistema
bancario, el fiscal y el electoral, entre otros) precisan de tiempo, educación
y madurez democrática para llevarse a cabo.
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