Comienza la campaña electoral, y con ella saltan al escenario esos pequeños animalillos llamados políticos, a veces muy graciosos y otras aterradores. De esta forma, los líderes de los partidos comienzan una gira de charlas, mítines y obras sociales alrededor de toda la geografía española.
Como todo espectáculo, la campaña electoral también tiene sus estrellas, que en este caso son Alfredo Pérez Rubalcaba, nuevo líder del PSOE, y Mariano Rajoy, actual cabecilla del PP. El primero es un socialista de la vieja escuela, carismático, gran comunicador, inspirador de confianza, y aún así, habiendo formado parte del Gobierno anterior, no pudo o no quiso hacer nada para solucionar esta crisis que ha llevado a España a tener más de cuatro millones de parados, y que ahora quiere hacer creer a los ciudadanos que tiene las recetas para curar este mal económico que sufre el país sin perjudicar el estado del bienestar, estado que por cierto, su propio partido ha dejado bastante mermado con todas las reformas que han impuesto para complacer a los mercados.
El segundo, por su parte, fue el hombre designado por José María Aznar como sucesor. Mariano Rajoy, el que probablemente se convierta en el nuevo presidente del Gobierno, tiene detractores hasta entre su propio electorado que lo tildan de político débil, manipulable y sin carisma. Tanto es así, que la oposición que ha hecho este hombre desde su llegada ha sido la de insultar y criticar al Gobierno de Zapatero sin ofrecer ninguna solución para resolver los problemas de la nación. De hecho, desde que Rubalcaba fue designado como candidato del PSOE a la presidencia, Mariano Rajoy ha reducido drásticamente sus apariciones en los medios públicos y ha evitado cualquier pregunta comprometida sobre su programa o sus medidas para salir de la crisis. Esto indica que tiene un gran miedo a su rival político, al que la gran mayoría de la población valora por encima de él.
Pese a esta diferencia entre los lideres de los grandes partidos de España, estas elecciones no serán una lucha entre candidatos, si no entre marcas electorales. Es decir, la lucha será entre la marca del PP y la del PSOE, que durante los últimos cuatro años ha ido atándose una soga al cuello hasta ahorcarse. De esta forma, las elecciones no las ganará el Partido Popular por ofrecer una alternativa innovadora y fresca al Gobierno actual, si no porque el propio PSOE se ha suicidado políticamente y ha puesto en manos de sus adversarios el Gobierno sin que éstos hayan hecho nada para ganarlo.
Mucho tiene que cambiar la cosa para que el PP no gane las elecciones, pero aún así, los ciudadanos deben concienciarse de lo que nos han aportado estos dos grandes partidos los últimos cuatro años y votar en consecuencia. PSOE y PP no son las dos únicas alternativas para salir de la crisis pese a su intención de hacernos creer lo contrario.