miércoles, 23 de mayo de 2012

Grecia se desangra



La crisis griega y de la eurozona empeoran día a día y ello provoca que la incertidumbre continúe aumentando sin una solución aparente. Y más aún tras las desalentadoras predicciones del Nobel de Economía Paul Krugman, quien señaló recientemente que cree “que la salida de Grecia del euro es inevitable. Todas las soluciones que se están discutiendo no sirven para remediar el desastre”.
Si eso llegase a ocurrir, si la salida de Grecia de la moneda única se consumase, los expertos aseguran que las consecuencias serían dramáticas. En primer lugar se produciría una fuga de capital de los países vecinos y la retirada de grandes cantidades de dinero de las entidades bancarias, lo que obligaría al Banco Central Europeo a inyectar capital para que los bancos no se queden sin liquidez.
No obstante, este problema debería solucionarse antes de que el país heleno caiga y termine arrastrando a otros países mediterráneos como España o Italia. El BCE debería tomar cartas en el asunto e intervenir, reduciendo los elevadísimos tipos de interés y aumentando la cantidad de capital que presta a los gobiernos y los bancos. Carece de toda lógica que conceda préstamos a las entidades privadas al 1% para que compren deuda, y no a los gobiernos y entidades con falta de liquidez cuyos problemas son mucho más acuciantes.
Tras el fracaso en las elecciones del pasado 6 de mayo, las próximas se antojan determinantes para la permanencia o no de Grecia en el euro. El propio Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, ha insinuado recientemente que las futuras elecciones son un plebiscito en las que los griegos decidirán si quieren o no seguir en el euro. Hasta entonces se ha nombrado un Gobierno provisional y sin capacidad para tomar decisiones, liderado por un jurista sin experiencia política.
Los griegos se ven víctimas de una crisis generada en gran parte por unos políticos incompetentes que no han estado en absoluto a la altura de las circunstancias. Muchos de ellos creen que la economía no ha tocado fondo y que lo peor todavía está por venir. Serán sin duda los más afectados si Grecia finalmente sale del euro, pues la devaluación de su moneda, aunque aumentaría la competitividad comercial, limitaría notablemente su valor y su capacidad adquisitiva en el exterior.
Europa mientras tanto se niega a interrumpir su plan de austeridad y de exigir grandes sacrificios a países cuyas economías se encuentran al borde del colapso. Han de ser conscientes de que si Grecia cae puede arrastrar consigo a España e Italia y obligarlas a ser intervenidas, lo que acarrearía consecuencias desastrosas para Europa. Todo pasa porque Alemania y el Banco Central Europeo actúen antes de que sea demasiado tarde.

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