sábado, 21 de mayo de 2011

Todo cambia, para que todo siga igual

Movidos por el hartazgo y la indignación, por los plausibles cambios que han provocado- y siguen haciéndolo- nuestros vecinos del Magreb y Oriente Medio, por la reivindicación de sus derechos, por la búsqueda de un cambio socioeconómico y por tratar de reinventar una socialdemocracia exhausta e irreconocible, miles de personas se han echado a la calle para manifestarse pacíficamente y mostrar su descontento con la zafia clase política que nos gobierna.

Quizás porque las elecciones están próximas, porque el pueblo no puede más o porque mayo es un buen mes para las insurrecciones y revoluciones civiles o por un compendio de todas ellas, la mecha ha vuelto a encenderse. La izquierda se ha echado a la calle en busca de un deseo colectivo que quizá nunca llegue a producirse.

Ya está bien que sea el sistema financiero sea el que rige nuestro mundo, que la plutocracia y la oligarquía manden por encima de políticos y gobiernos, que se dedique 1,3 billones de euros para salvar a los bancos de la quiebra y se dé de lado a las familias desahuciadas. Basta ya de precariedad, de paro, de corrupción, de esta economía dirigida y manipulada por los mercados financieros, de este capitalismo impuesto que genera una espiral de producción-consumo que sólo beneficia a unos pocos. Basta de inventarse crisis que enriquecen salvajemente a unos y esquilman a otros, obligando siempre a pagar a los mismos los desmanes de unos pocos.

Los mal llamados antisistema (pues se oponen a este que nos han impuesto y frente al que no se ha hecho nada hasta ahora), creen- creemos- que es posible un sistema diferente, más justo y equitativo.

Y mientras, la derecha más rancia y paranoide se afana en buscar complots, en asegurar que el Gobierno está siempre detrás de todo. “Esto huele a Rubalcaba”, rezaba la cabecera del diario La Gaceta días atrás. También La Razón afirmaba tajantemente que “PSOE e IU dirigen el voto antisistema contra el PP”. Tampoco se salvan políticos como Esperanza que, ante tanto desconcierto declaraba “¿Y por qué no acampan en la Moncloa, en vez de bajo mi balcón? Si quieren protestar, ¿por qué no lo hacen el domingo, votando? Y sobre todo, ¿por qué no nos votan a nosotros, si tan cabreados están?”

Los políticos de los dos principales partidos en España han actuado conforme a lo que todos sabíamos: que están muy alejados de la calle, de los gobernados. Hacen creer que no entienden nada, pero lo cierto es que sí lo hacen. Y muy bien. Saben que, en parte, las protestas pueden tanto beneficiarles como perjudicarles en las inminentes elecciones. Pero viven en otro planeta, alejados de la realidad y de las preocupaciones ciudadanas, y solo buscan sacar tajada de ello.

La pregunta es, ¿qué pasará tras las elecciones, seguirá la protesta?, ¿cuál es el límite de “Democracia Real Ya” y de los demás manifestantes?, ¿se constituirá en un partido político como se está planteando últimamente? Y, lo más importante, ¿se conseguirá cambiar algo?

En países como Grecia, en los que ha habido protestas similares, los disturbios se suceden mes tras mes y no parece que nada vaya a cambiar. Los estudiantes británicos protagonizaron las mayores manifestaciones que yo recuerde y Cameron sigue firme recortando privilegios. Y en Portugal hubo manifestaciones reclamando un futuro, para ver después cómo el FMI (el mismo cuyo director gerente se hospeda en suites de 3.000 euros la noche), les imponía condiciones severas. Parafraseando a Giuseppe Tomasi di Lampedusa “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.

Las esperanzas, pues, son pocas. Sin embargo ha quedado patente que los jóvenes (y los que no lo son tanto), sabemos salir a la calle a luchar y protestar contra lo que consideramos injusto y desproporcionado. Y Demostrar que, como dice Stéphane Hessel en su ensayo “¡Indignaos!”, cuando algo nos indigna nos volvemos militantes, fuertes y comprometidos.

domingo, 8 de mayo de 2011

Mi desencanto con Obama

Tenía muchas esperanzas depositadas en Obama. Quizá demasiadas. Era consciente de que muchos asuntos se le escapan de su competencia, que el mundo se mueve por intereses que, gobierne quien gobierne, son primordiales e inmutables. Pero muchos otros que sí dependen de él- y que prometió cambiar- no lo ha hecho. Cuando las encuestas se han vuelto desfavorables no ha dudado en ignorar sus principios. Se presentó al mundo como alguien contrario a la guerra pero, como presidente, aún no ha retirado las tropas de Iraq y ha apoyado las acciones militares en Afganistan, Pakistan , Somalia o Yemen. Tampoco se ha decido a cerrar Guantánamo o suprimir la tortura para obtener información. Es más, ha aprobado un presupuesto militar de 708.000 millones de dólares, el más alto de todos los tiempos.

Demasiada casualidad que Bin Laden haya sido abatido cuando Obama registra los índices de popularidad más bajos de su legislatura. Índices que se han recuperado entre 10 y 11 puntos con el reciente anuncio de la Casa Blanca de la muerte del dirigente de Al Qaeda.

Resulta asimismo sospechoso la cantidad de versiones contradictorias que ha ofrecido Washington sobre el suceso. En la primera que se ofreció, se dijo que Bin Laden estaba armado cuando los SEAL llegaron hasta él, se involucró en el tiroteo y hasta llegó a usar a una mujer como escudo para protegerse. En la segunda, fue la mujer la que, por voluntad propia, se abalanzó sobre uno de los marines y recibió un disparo. Posteriormente aseguraron que no hubo tiroteos durante el asalto ni el edificio principal. La cadena televisiva Al Arabiya llegó a decir que Bin Laden fue capturado vivo antes de ser liquidado frente a miembros de su familia. La última versión asegura que el líder de Al Qaeda iba desarmado pero que trató de alcanzar un Ak-47 del piso en el que se encontraba- el segundo según esta versión-. Pero, según argumenta Ignacio Escolar en su blog (Escolar.net) “¿No es un poco raro que no le diese tiempo siquiera a rozar su kalashnikov desde que empezaron los tiros en la primera planta hasta que los Seals subieron a la segunda planta y lo mataron?”. Sí, sí que lo es.

Durante la llamada ‘Operación Gerónimo’ se violaron nada menos que cinco delitos graves: tortura, incursión ilegal en un estado soberano, allanamiento de morada, asesinato y apropiación de un cadáver. Todo ello, no lo olvidemos, perpetrado por el actual Nobel de la Paz.

¿No era prioritario interrogar al líder de la más compleja organización terrorista del mundo después de haber torturado a centenares de inocentes en busca de pistas sobre su paradero? La venganza no es justicia, pues cualquier terrorista, sea de la condición que sea tiene derecho a un juicio justo. Hasta los nazis- que mataron a millones de personas- tuvieron un juicio que hoy negamos a los terroristas de Al Qaeda

Por otro lado, parece evidente que a los dos bandos les convenía un final violento. Los estadounidenses se ahorran un juicio de dimensiones desconocidas, con la amenaza de verse afectado por continuos atentados o secuestros, y Bin Laden se garantiza la condición de mártir de su causa.

La falta de transparencia siembra dudas. Para deshacerse del cadáver hicieron lo más común en estos casos: arrojarlo al mar. Como pretexto, dijeron que ningún país se haría responsable de su entierro; que no querían un lugar de peregrinaje; y que le enterraron con esa celeridad debido a que la ley islámica así lo dicta (argumento refutado por Abdel Moti Bayumi, de la institución Al Azhar- una de las más prestigiosas del mundo suní-, el cual dijo quearrojar un cadáver al mar contradice la 'sharia'-ley islámica- , sólo se permite en algunas excepciones enterrar a los muertos lanzándolos al mar, como por ejemplo si el fallecimiento se produce en un barco y el cadáver puede pudrirse”).

A Estados Unidos siempre le ha interesado que, a ojos de la opinión pública, exista un malo de la película, siendo ellos los buenos, y puedan así hacer el mal con total impunidad y respaldo de los ciudadanos.

Pero, suponiendo que es verdad, que está muerto, ¿qué ocurrirá con la organización terrorista tras el asesinato de su líder?, ¿cómo será el mundo sin Osama? ¿de verdad será más seguro? Parece claro que no, pues se ha publicado que, ante la posibilidad de que fuera asesinado, había dejado escrito un legado con la estrategia a seguir y las decisiones que se debía tomar tras su muerte. Sigue esa amenaza invisible de los atentados. También continúa la guerra, la lucha. Todo estaba calculado. Muerto el perro, por tanto, continúa la rabia.