viernes, 24 de febrero de 2012

Réquiem por Público



La búsqueda de financiación parece no haber dado sus frutos y la edición impresa de Público echa el cierre. Concretamente el próximo domingo día 29 publicará su último ejemplar en papel. Los trabajadores, en un comunicado común, han pedido a Mediapubli (empresa editora del diario) que “sea fiel ahora a sus pretendidos principios progresistas y ofrezca a los trabajadores las mejores condiciones posibles para su salida”. Ignacio Escolar, una de las piedras angulares del diario, ha destacado la incertidumbre, pese a la continuidad de la edición digital del diario, que reina en la redacción: “como todos los periodistas y colaboradores de Público, aún no sé qué voy a hacer ahora”

El periódico nació en septiembre de 2007 pero no ha podido hacer frente a los más de 9 millones de euros que necesitaba para continuar. Según publican en su web, sus pérdidas rondarían los 80 millones de euros y las deudas a los proveedores casi 20.

Desde sus inicios los recortes de gastos y plantilla han sido constantes. En septiembre de 2011 se produjo un salvaje expediente de regulación de empleo y la plantilla pasó de 75 a 45 profesionales. Inicialmente, en 2007, eran 120 y hasta 10 las corresponsalías. Su tirada diaria aproximada ha ido creciendo ininterrumpidamente desde su creación hasta situarse en 90.000 ejemplares.

Su precio de salida fueron 50 céntimos. Llenaba un vacío evidente que demandaban muchos lectores, pues no existía hasta entonces ningún periódico abiertamente de izquierdas y con total independencia institucional o política. Nació con la intención, como dijo el día de su publicación uno de los propietarios de Mediapro, Jaume Roures, de ser un periódico “progresista, popular, de izquierda, demócrata radical, pluralista, crítico, pero respetuoso”. Y creo honestamente que lo consiguió con gran celeridad, llegando a situarse en muy poco tiempo como el cuarto periódico en número de lectores.

Otorgó una importancia especial a la sección de Opinión, donde escribían autores de la talla de Ignacio Escolar, su primer director; Isaac Rosa; Ian Gibson, conocido hispanista; Vicenç Navarro, Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University de Baltimore; Noam Chomsky, lingüista y filósofo; o Manuel Saco.

Desaparece así la edición impresa del periódico de tirada nacional más independiente, autónoma, crítica, precisa, demócrata y rigurosa que ha tenido España desde la restauración de la democracia. Pese a su evidente calidad no ha podido superar la crisis económica que, casualidades de la vida, estalló justo después de su nacimiento, ni tampoco la que azota duramente en la actualidad al mundo del periodismo. Aún así, su edición digital permanecerá abierta. Esperemos, por el bien de la pluralidad informativa en nuestro país, que por mucho tiempo.

domingo, 12 de febrero de 2012

Los recortes económicos incendian Grecia


El parlamento griego aprobó ayer, poco antes de la medianoche, un nuevo acuerdo entre el Gobierno y la "troika", una especie de poderoso triunvirato compuesto por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, que rige, con puño de hierro, el destino económico de los miembros de la UE.

Este acuerdo supone nuevos recortes presupuestarios para un pueblo que ya está muy tocado por anteriores ajustes de este tipo. Las cifras del nuevo plan supondrán una reducción de 3.300 millones de euros en salarios, pensiones y empleos público este mismo año. Eso sí, todo se hace por el bien de Grecia y de la propia Unión Europea, que en su magnánima generosidad no puede dejar caer en bancarrota a uno de sus miembros. “Nadie quiere castigarnos. Quieren transferirnos su forma de pensar y son los que tienen la mayoría y el dinero”, comentó el Ministro de Economía griego, Evangelos Venizelos, para justificar la medida. La frase no deja en buen lugar ni al propio político ni a la Europa en la que vivimos tan cómodamente, pero éstas ya son otras divagaciones.

Pese a la insistencia en la necesidad de los ajustes, encabezada por la propia canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro griego, Lukas Papadimos, que por cierto, es banquero, el pueblo helénico no está por la labor de seguir soportando sobre sus espaldas el peso de los errores de unos pocos que han dejado al país en la ruina. Durante toda la jornada de ayer sus reacciones no se hicieron esperar y una marcha popular de más de 100.000 personas acabó convirtiéndose en una noche de disturbios entre la policía y los manifestantes, en la que ardieron varios edificios de la capital griega, entre los que se encontraba el edificio central del banco Alphabank.

“Esto no es una democracia, no nos dejan ni protestar, es una dictadura”, manifestó una de las jóvenes que estuvieron en las protestas. Otros testigos afirmaron que la policía “lanzó gas lacrimógeno sin mediar provocación”. Los ciudadanos de este país ya están cansados de ver como su Gobierno acepta toda orden enviada por la UE con tal de permanecer arropado bajo el ala protectora del euro, pero no se dan cuentan, o lo que es peor, no quieren ver, que una democracia no representa a intereses económicos, sino que es la voz del pueblo, para bien o para mal.

Políticos griegos, no cometáis el error de desoír a vuestro pueblo, pues, tengan razón o estén equivocados, ellos son la democracia, y vosotros solo unos representantes que están a su servicio. No cometáis el error de creer que el dinero está por encima de los ciudadanos y de sus demandas. No intentéis que una gran mayoría con pocos recursos pague los errores de una minoría con muchos recursos.

Recapacitar y daros cuenta de que este no es el camino adecuado, porque vuestros acuerdos con Europa están destinados a ser pan para hoy y hambre para mañana. No dejéis que los derechos que tanto ha costado conseguir sean borrados por una crisis que está condenada a repetirse si volvéis a cometer los mismo errores. Y no culpéis al pueblo por luchar para ser escuchados, no caigáis tan bajo. Es solo una petición de un ciudadano que ve poco a poco como su país recorta derechos a los ciudadanos y que no quiere volver a un pasado en que la brecha entre ricos y pobres parecía inexpugnable.